Te acabas de levantar y vas directo a la cocina. Necesitas un café para activarte. Abres el armario de las cosas del desayuno, ves las magdalenas de chocolate, centeno y algarroba con pasas y aparece la primera sonrisa del día en tu cara. Te encantan. Te llenan de energía. Están deliciosas. No hay mejor manera de empezar la jornada.